Durante toda mi vida (o casi toda) he sido poco constante a la hora de hacer sólo una cosa. No quiero que esto suene como algo negativo, no se muy bien a qué se debe, pero cuando algo deja de interesarme, es más bien complicado que vuelva a ello para quedarme. Creo que la fotografía es lo único que no deja de interesarme desde que tengo uso de razón. No se si la fotografía sería lo más preciso, digamos la imagen fotográfica, que deja un poco más de margen a otras cosas que pueden no ser fotografía propiamente dicha pero que yo (porque soy así) considero imágenes fotográficas. No voy a entrar a detallar estas imágenes, porque da igual.
Borja Morgado, profesor de la carrera que nos dio Ilustración (pero del que he aprendido más de fotografía que de otra cosa), nos dijo en una clase que no hay que hacer solo fotografías de los momentos felices. Que la fotografía también sirve para mostrar otras emociones, otros momentos más allá de los cumpleaños y los viajes. Aquí estaba hablando de fotografía familiar, obviamente, ya que desde que la cámara fue lo suficientemente portátil se han mostrado todo tipo de situaciones que no son precisamente felices.
Desde entonces (desde que nos dijo eso Borja) he ido haciendo fotografías un poco a escondidas, a veces no, de todos los momentos no-precisamente-felices de mi vida como ente familiar. Esto, más allá del recuerdo fotográfico, me ha ayudado en diferentes aspectos a enfocar mi personalidad hacia una perspectiva en la que los momentos negativos pierden un poco de poder sobre mi (a través de la imagen me hago un poco más fuerte) y analizo mejor las situaciones. También tengo un recuerdo más vivo de esos momentos y puedo (a la vez, aunque suene raro) hacer que pasen antes en su aspecto negativo.
Cuando empecé a hacer el proyecto de #notaninstant con Adela en enero de este año no teníamos mucha idea de a dónde íbamos a llegar en los siguientes 365 días que duraría el proyecto. Es un poco extraño ver cómo evoluciona una relación durante un año, sobretodo cuando termina en una separación. Es un proyecto doloroso, sobre todo lo ha sido el último mes de noviembre, y en diciembre estoy continuando con él por varios motivos. Primero porque la vida no es un instante, porque sigue y no podemos quedarnos parados para ver qué ocurre en el futuro. Segundo porque dejar de hacer un proyecto porque se vuelve doloroso sería un poco subrayar que la fotografía solo sirve para contar cosas felices. Y tercero porque es de las pocas cosas en las que soy constante en esta vida, hacer fotos y contar cosas con ellas, aunque me duelan. No tengo muy claro qué pasará con las fotos cuando acabe el año, si se quedarán en un cajón o formarán parte de otra cosa, pero hasta entonces seguiré haciendo una foto al día.