Hola, nadie lo ha pedido, ni es un asunto de seguridad internacional, pero he decidido publicarlo: El principio de la historia de Frasin. Creo que voy a ir publicándola aquí poco a poco y así me fuerzo algo a escribir más a menudo. Espero que el principio sea de vuestro agrado.
FRASIN ATOMSK MEDERIT
Isaac Rupérez Cano
UNO
La luna flotaba en el cielo nocturno similar a un globo blanco gigante. Se escuchaban algunos grillos y el fluir de un riachuelo cercano, a los pies. El generador del hangar emitía un zumbido leve, pero lo suficiente para saber que estaba allí. El dorso de la mano izquierda acariciaba el césped artificial con un cigarrillo apagado entre los dedos. Frasin no notaba nada, la mano derecha tonteaba con el cuello de una botella de bourbon, su abuelo bebía vodka, de la madre patria, a ella le venía dando igual. A través de la cúpula artificial la luna parecía mucho más grande que en el espacio. Agarró el cuello de la botella y la arrastró hasta los labios, la elevó y el bourbon brotó, derramándose parte fuera de la boca. Tosió, casi se ahogó con ese último trago. Dejó la botella y metió la mano en el bolsillo del pantalón para sacar el mechero y encender el cigarrillo. Intentó incorporarse pero no pudo, y se lo encendió de lado.
Miró el reloj, no sabía cuánto tiempo llevaba allí tendida, pero teniendo en cuenta que la botella estaba vacía cuando salió, tenía que haber sido hace bastante rato. No pudo recordar la hora que era. Con el cigarro en la boca intentó levantarse. Se apoyó en una mano y resbaló, dándose un golpe en el hombro y la cadera. Se quedó tendida, mirando al cielo y escuchando ese mundo artificial. Estaba demasiado anestesiada y cansada como para intentar levantarse de nuevo. Apuró la botella y levantando la cabeza miró al rio. Con un gesto torpe lanzó el envase de cristal al agua, se hundió con un ruido grave y desapareció. Miró hacia el hangar, se le nublaba la vista, aquello estaba demasiado lejos como para plantearse caminar o arrastrarse hacia allí en aquel momento. Su abuelo había construido aquel hangar, «el gran Atomsk Mederit», y ella lo había heredado. Nadie sabía dónde estaba el viejo desde hacía varios años, podría estar muerto o vivo, perdido seguro. Dio una calada al cigarro y se le quedó atascada, de repente se giró para vomitar, se manchó toda la camiseta y parte del brazo. Se volvió a tumbar, pensativa y borracha. Finalmente se quitó la camiseta y, levantándose con dificultad y mucho cuidado, se acercó al rio y se metió dentro. No era un rio profundo, de hecho, tuvo que tumbarse en el lecho para que el agua la cubriese por completo. Se limpió el brazo y el pelo. El agua estaba muy fría y se le puso la carne de gallina. La chica se quedó sentada en el riachuelo, calada hasta los huesos, mareada, hasta que se dio cuenta de que se estaba quedando dormida. Entonces salió del rio y caminó hasta la camiseta, la agarró y la limpió un poco en el agua. En ese momento pensó en el origen de esa agua, el rio era artificial, o al menos eso parecía, no había mucha agua corriente que estuviera «limpia» en el mundo. Tampoco se había planteado a dónde iba esa corriente, no es que le importase mucho, seguramente Atomsk habría puesto allí ese rio para regar las plantas que rodeaban el hangar. Había varios tipos de árboles cuyos nombres no recordaba en ese momento, verdes y grandes, también había cañas de azúcar, muy ricas. Y otras plantas.
Frasin se arrastró como pudo hasta el césped y se volvió a tumbar, con la camisa en la mano. Poco a poco se le fueron cerrando los ojos y quedó dormida. Los grillos y el zumbido del generador cesaron.
***
Se escuchaban los ronquidos desde el camino de entrada a la finca. El pakeh bajó mientras Pedro mantenía la nave en espera. El extraterrestre bajó la cuesta desigual de tierra. Esta raza extraterrestre tiene cuatro brazos, por lo que es un poco difícil seguir sus movimientos en algunas ocasiones, no digamos ya en combate, aunque ese es otro tema. Eun Ha se quitó la gorra y llamó a la puerta del hangar. Pronto se dio cuenta de que los ronquidos no venían de dentro del edificio y empezó a girar la cabeza, orientando los oídos hacia uno y otro lado. Pedro, al ver que Eun Ha tardaba más de la cuenta apagó la nave, cogió las llaves y cerró la compuerta lateral al salir. El extraterrestre halló el origen de los ronquidos y empezó a caminar hacia el rio. Al girar la esquina del hangar vio el cuerpo de Frasin tumbado junto al rio, con la camiseta en la mano. Le cogió la camiseta y se la puso encima, antes de que Pedro llegase de la nave. Eun le dio unos toquecitos en el hombro, para intentar despertarla. El alienígena sentía lástima de ella, había sido una chica con un gran talento durante la guerra y últimamente lo estaba tirando todo a la mierda con el alcohol. Se acercó hasta la parte trasera del hangar, cogió un cubo que había allí tirado y lo llenó de agua en el rio. Llamó a Frasin una vez más, sin resultados, y vació el cubo de agua fría encima de ella.
-¡Joder! ¡Pedazo de cabrón!- gritó Frasin. Mirando a Eun Ha y dándose cuenta de que la camiseta se había caído al levantarse, la agarró con rapidez.- ¡No mires!
-Como si no lo hubiera visto ya…- dijo Eun mientras se giraba para darle la espalda. -Date prisa que Pedro está al caer.-
La chica se puso la camiseta y se levantó, luego le dio una patada a Eun Ha y se dirigió hacia la entrada del hangar. Eun Ha se masajeó ligeramente la zona de la pierna donde Frasin le había pateado y la siguió.
-¿Has desayunado ya?- preguntó Eun.
-¿A ti que te parece? A veces pareces subnormal- dijo ella. -No he desayunado, y tampoco tengo ganas, además hoy tengo un encargo, creo.-
Pedro se cruzó con Frasin al llegar a la esquina del hangar. -Hola…- dijo un poco nervioso. Eun Ha ya sabía que a Pedro le gustaba, y ella también lo sabía, y cualquiera que viera a Pedro junto a Frasin se daría cuenta también, lo tenía escrito en la cara.
-Anda… vamos a tomar algo, que si no a éste le da algo- dijo Frasin al extraterrestre.-Pero pagáis vosotros… y conducís vosotros.- Abrió la puerta del garaje, que estaba junto a la puerta principal, y le dio a Eun Ha las llaves del Land Rover heredado de su abuelo. El alien sacó el coche del aparcamiento y luego se bajó a cerrar el portón metálico.
-Bueno, ¿A dónde?- preguntó Eun.
-Eso tú sabrás, que eres el que quiere desayunar algo- dijo Frasin.
El extraterrestre arrancó el coche de nuevo y se dirigió a la carretera principal. Algún sitio cerca tenía que haber en el que sirvieran desayunos a las doce del mediodía, desayunos o comida en general. A unos doscientos metros del hangar ya no había árboles ni plantas, sólo quedaba la hierba artificial plantada por el ayuntamiento de la ciudad para «hacer bonito». La casa de Frasin estaba justo al borde de la cúpula, cerca de donde terminaba Granada, así que Eun buscó un bar de las afueras lo más cerca posible de allí. No era común para él conducir vehículos terrestres, y en general tampoco lo era para casi nadie, con la popularización de las naves personales, pero aún había carreteras y a Frasin le gustaba ese Land Rover.
-Entonces, os ha mandado José, ¿Verdad?¿Qué le pasa ahora?- preguntó Frasin.
Eun Ha le echó una mirada de soslayo, no dijo nada, pero la chica los había calado de inmediato. No era normal que se presentaran a buscarla sin avisar uno o dos días antes.
-¿Te hace falta que te dé una explicación larga o te sirve con la corta?- dijo al rato el pakeh.
-Me sirve con la corta, si te quedas más tranquilo.- dijo ella.
Pedro los miraba desde el asiento de atrás, con una mezcla de miedo y fascinación, y un tanto de vergüenza por la presencia de Frasin.
-Pues simplemente porque se preocupa por tí. Pero ya hablaremos sin público en otro momento, jajaja.- Se rió Eun Ha mirando por el retrovisor a Pedro.
El todoterreno salió de la carretera principal y aparcó delante de un restaurante pequeñito, con la pintura de la fachada desconchada y un poco amarillenta. Debía ser un local de principio de siglo, Casa Manolo se podía leer en un luminoso de plexiglás y neón. El grupo se bajó del Land Rover y entró en el bar. A pesar de las ventanas diminutas, dentro había mucha luz. Las mesas eran de madera, pintadas con un barniz azulado, las sillas eran del mismo estilo, la mayoría, ya que había unas cuantas sillas diferentes, seguramente porque ya no hacían las azules. La barra también era de la misma madera azulada, aunque el murete era de obra con azulejos verde claro, como en todas las paredes del local hasta una altura de un metro y medio. Tras la barra había un par de cámaras frigoríficas con bebidas, una cafetera y un ventanuco que daba a la cocina. El camarero salió de la cocina por una puerta que tenía una cortinilla de cuentas, secándose las manos con un trapo.
-¿Qué va a ser?- dijo.
-Para mí un café bien cargado y una tostada de mantequilla.- dijo Frasin.
-Yo una Puleva de chocolate y un cruasán.-pidió Pedro.
Eun Ha no quería nada, ya había desayunado hacía unas cuantas horas y los pakeh no comen tan a menudo como los humanos, con dos comidas al día lo tienen todo hecho. El camarero empezó a prepararlo todo mientras ellos se sentaron en una de las mesas cerca de la puerta. Frasin escogió una silla desde la que pudiese ver bien el Land Rover. No es que se lo fuesen a robar, no era un coche particularmente atractivo para la época, pero tampoco le gustaba dejarlo sin vigilancia por ahí. Manías que tenía. Pedro no sabía si sentarse frente a ella o a su lado, se empezó a estresar un poco, finalmente se sentó junto a ella, así no tendría que mirarla de frente. El camarero les llevó las bebidas y el cruasán y dijo que las tostadas salían enseguida.
-José quiere que vayas a vivir a la base por un tiempo- dijo Eun Ha.
-¡¿Que qué?! ¿Y mi trabajo de transportista?-intervino Frasin soltando el café en la mesa, derramando casi la mitad.
-No te preocupes por tu trabajo, te hemos preparado tu antiguo hangar para que guardes tu nave, y podrás salir y entrar cuando quieras, y seguir con el envío de paquetes.- Eun Ha intentó tranquilizarla. Frasin se recostó en la silla cruzando los brazos y soltó un estufido.
-Mira, no tienes por qué ponerte así, piénsatelo unos días y hablamos.- dijo Eun Ha. El camarero llegó con las tostadas de Frasin. Ella las untó en silencio y se las comió sin decir nada más. Pedro no sabía dónde meterse, se escudó en su cruasán y la Puleva mientras pudo y luego se puso a mirar las paredes y la carretera. No se habló más en todo el desayuno.
DOS
El vaso de vodka estaba casi vacío. Unas garras verdes y afiladas arañaban el cristal. El ojo de la iguana brillaba con la luz tenue del tubo fluorescente. Por las ventanas blindadas se podía ver la tierra por un lado y la luna por el otro.
La cara de Frasin choca contra el reflejo de la luna. Brota la sangre de la nariz y de un corte en la ceja. Olaf gira la rueda de la compuerta de entrada y entra en el local agarrando a uno de los piratas de la cabeza con una mano gigantesca. Frasin escupe la sangre y se levanta entre las mesas derribadas, coge un vaso del suelo y se lo lanza a Klut, acertándole en plena boca. Saltan un par de dientes y el líder de los piratas se abalanza sobre ella con los puños por delante.
Be Ran salta la barra con una porra de madera en cada una de sus cuatro manos. La porra de la mano derecha superior se dirige a una tibia, emitiendo el sonido que se oye al aplastar un sapo. El resto de porras aciertan en varios brazos y algunos riñones que reciben sendos golpes, y más de un rudo pirata dejó algunos dientes y unas lagrimitas al perder sus partes nobles.
Las manos de Olaf iban agarrando brazos y cabezas de piratas de uno en uno y lanzándolos fuera del bar, se apilaban de una forma graciosa incluso. Klut dio un último puñetazo a Frasin antes de desaparecer por la puerta. El fornido camarero sacó unas esposas roídas por el óxido, que realmente no hacían falta dado el estado de embriaguez de la chica, y la esposó a una silla en la trastienda. La iguana seguía mirando al mismo punto de la sala.
El camarero descolgó el teléfono para llamar a Eun Ha. Desgraciadamente estaba acostumbrado a estas llamadas y cada vez que la transportista entraba por la puerta se planteaba si hubiera sido más rentable un restaurante familiar con menús baratos y sin licencia de alcohol. Pensó que bien podría haber comprado una estación nueva por algo más del precio que le cobraba el seguro anualmente. También podría esposar a Frasin directamente cada vez que entrase al bar, así no se movería y no causaría tantos problemas, pero tampoco podría acabar las peleas, y eso le gustaba.
-Hola- dijo Be- la tengo en la trastienda, ven cuando puedas.- La voz cansada del pakeh era suficiente para que Eun Ha supiese el lugar y el por qué. Olaf entró en la habitación con un trapo empapado y limpió la cara a la muchacha a pesar de el aspecto mohoso de la tela. Be colgó el teléfono y salió de nuevo a la barra. El portero volvió a su lugar para esperar a Eun Ha.
***
La nave de Eun Ha atraviesa las compuertas de la estación espacial «la Iguana» a una velocidad mínima. El pakeh llamó a José para avisarle de que llevaría a Frasin a la base. No quiso entrar en las razones, el comandante era tendente al dramatismo y aquello ya había pasado suficientes veces como para provocarle a que se presentara él mismo en el bar. Olaf estaba esperando al alienígena y abrió la puerta de entrada mirándole de reojo. Eun saldó levemente al portero gigante y entró en el bar.
-Creo que voy a tener que cobrarle las copas al doble a tu chica- dijo Be- ya he tenido que comprar sillas y mesas como para amueblar tres bares familiares.-
-Bueno, creo que el dinero es lo de menos- dijo Eun. Be Ran estaba barriendo los cristales y había unas mesas y sillas rotas en un rincón. El bar ya estaba cerrado, Be dejó la escoba y acompañó a Eun a la trastienda, que estaba cerrada con llave. Frasin se había quedado dormida, le habían puesto una tirita en el corte de la ceja y la nariz ya no sangraba. El camarero le quitó las esposas y ayudó a Eun Ha a levantarla. Intentaron despertarla, pero no respondía. Eun se la echó al hombro y salió del bar dejando un pequeño fajo de billetes para pagar los desperfectos. Se despidió de Olaf y fue hacia su nave, puso el piloto automático hacia la base y dejó que se marchara.
Con cuidado buscó las llaves de la nave de Frasin entre los bolsillos del pantalón. Por un momento sintió apuro pero las encontró enseguida. Encontró la Ann junto al borde de la cúpula del aparcamiento, entró y metió a la chica en un camastro auxiliar. Ya estaba listo para volver a la base, aunque temía lo que allí le esperaba tanto a él como a la muchacha. Entre el manojo de llaves de Frasin estaban las chapas de su época militar, quizá las guardaba como recuerdo, pensó Eun. La verdad es que la chica las puso ahí para dejar de llevarlas al cuello y olvidar la guerra. En la pantalla principal del panel de control de la nave había una llamada perdida de José. Eun Ha decidió no avisarle y simplemente salió de la estación con destino a la base, dejando el piloto automático puesto.
Frasin seguía durmiendo a pesar del ruido de los motores al despegar y del movimiento de la nave, algo más brusco por tener los años que tenía. Eun Ha buscó por la nave para ver si encontraba alguna manta pero no tuvo éxito así que se sentó enfrente de la cama a esperar que despertara.
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